El aspecto más elevado y noble de una persona es su razón y su voluntad libre. Si estas dos facultades dirigen a la persona y en concreto el ejercicio de su sexualidad, llegará a cotas elevadas de felicidad. Pero si quienes mandan son las emociones, sentimientos y pasiones en el comportamiento sexual, hay un elevado riesgo de que la vida afectiva se tiña de modo permanente de afectos negativos: frustración, insatisfacción, amargura, rabia, despecho. El equilibrio personal entre cabeza y corazón se va desarrollando con la lucha diaria de vivir en función de la razón.