lunes, 2 de noviembre de 2015

II. DESARROLLO EMOCIONAL, SOCIAL Y MORAL EN LA INFANCIA TEMPRANA DE 0 A 2 AÑOS DE EDAD

II.                    DESARROLLO EMOCIONAL, SOCIAL Y MORAL EN LA INFANCIA TEMPRANA DE 0 A 2 AÑOS DE EDAD

En el campo del desarrollo infantil, el apego se refiere a un vínculo específico y especial que se forma entre madre-infante o cuidador primario-infante. (Hernández González, 2015) El vínculo de apego tiene varios elementos claves:
  • Es una relación emocional perdurable con una persona en específico.
  • Dicha relación produce seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer.
  • La pérdida o la amenaza de pérdida de la persona, evoca una intensa ansiedad.

Los investigadores de la conducta infantil entienden como apego la relación madre-infante, describiendo que esta relación ofrece el andamiaje funcional para todas las relaciones subsecuentes que el niño desarrollará en su vida.
En la teoría del apego (Bartholomew y Horowitz, 1991; Bowlby, 1986; Lyddon y Sherry, 2001), formulada por Bowlby, plantea que los humanos presentamos una predisposición biológica a desarrollar un sistema conductual y motivacional que promueve la proximidad con nuestros cuidadores. La relación de apego permitiría obtener protección y seguridad en situaciones de peligro y/o amenaza (Camps-Pons, Castillo-Garayoa, & Cifre, 2014).
De entre todas las necesidades interpersonales, el apego, vínculo afectivo con las personas que satisfacen las necesidades emocionales y cuidados básicos– normalmente los progenitores y/u otros familiares– responde a la necesidad afectiva más fuerte y estable a lo largo del ciclo vital (Ortíz & Yárnos, 2002).
Por otro lado, la calidad del vínculo, la respuesta sensible y consistente de las figuras de apego a las necesidades del niño, será un factor determinante para el desarrollo de la personalidad y, específicamente, para la generación de los patrones de relación interpersonal que perdurarán en la adolescencia y la edad adulta (Feeney y Noller, 2001; Lyddon y Sherry, 2001; Meyers, 1998; Rosenstein y Horowitz, 1996; Sherry, Lyddon y Henson, 2007).
Según (López Sánchez, 2009) afirma que este vínculo tiene tres componentes básicos tan interrelacionados que forman un sistema:

a) la construcción mental que acaba haciendo el niño (conocimiento de la relación de pertenencia– “Son mis padres, soy su hijo” – e incondicionalidad–“No me van a fallar” –; representación de la relación, de las figuras de apego y de sí mismo, así como la representación que cree tienen los cuidadores de él),

b) la unión afectiva (sentimientos estables positivos asociados a las figuras de apego: alegría y bienestar con su presencia, ansiedad en su ausencia no entendida, ternura y empatía hacia los cuidadores, etc.)y

c) el sistema de conductas de apego (todo un sistema orientado a mantener la proximidad o accesibilidad, la interacción privilegiada de contacto y comunicación íntima, la exploración con base segura, el refugio en las dificultades, el consuelo emocional de los cuidadores, etc.)

(Gómez Zapiain, 2009) Afirma que, a través de la interacción de los sistemas de conducta se genera el apego, cuyas características son las siguientes:

a) El apego se caracteriza por el esfuerzo en mantener la proximidad con la persona con la que se está vinculando. Establecida la vinculación afectiva, el apego es un sistema que se activa en estados de peligro, aflicción o inseguridad. En esta situación, la primera reacción es la recuperación de la proximidad y el contacto.

b) El apego se caracteriza también por el mantenimiento de contacto sensorial privilegiado. En este tipo de interacción es donde mayor contacto corporal se produce entre dos personas. La distancia corporal, la distancia de las caras en mínima. Los sonidos, el lenguaje peculiar especialmente modulado, los olores, el tacto, la calidez, la ternura caracterizan este momento. En realidad, esta intimidad físico-sensorial sólo se recuperará en la relación de amantes adultos.

c) Otra de las características del apego consiste en que la seguridad que promueve el propio vínculo permite la exploración del entorno. En efecto, en su génesis se establece la base de seguridad que promueve relaciones con el entorno más eficaces. La seguridad que aporta la vinculación afectiva, siendo la figura de apego la referencia esencial, permite al niño o a la niña explorar el mundo que le rodea.

d) La ansiedad ante la separación es otra de las características del sistema de apego.

Como indicábamos, la figura de apego es la referencia que genera seguridad. Ante la separación de ésta, surge lo que conocemos como ansiedad de separación que tiende a desaparecer al recuperar la proximidad y el contacto. En este sentido, el apego tiene múltiples funciones. López (2009) señala las siguientes:
Es un sistema de conductas con el que las crías humanas contribuyen a su supervivencia, procurando estar próximas a su cuidador que las alimenta y protege. El lloro es innato, una capacidad que permite a la cría decir que no se encuentra bien, que necesita ciertos cuidados, o que ha observado algún peligro en su entorno. De esta forma, el sistema de apego no sólo ayuda a los cuidadores manteniendo la proximidad, contribuyendo a la seguridad del propio niño, sino que solicita los cuidados, los reclama, incluso angustiosamente, cuando los necesita, dos formas de contribuir a su supervivencia.
Es el recurso fundamental para sentirse seguro, confiado, sereno y estable emocionalmente. El niño, al saberse aceptado, valorado, querido y cuidado, protegido, puede emocional y sentimentalmente sentirse seguro, tranquilo y alegre. “Nada me puede pasar y, si algo malo me sucede, tendré una ayuda eficaz”

EL APEGO EN LA INFANCIA: ESTILOS DE APEGO Y SU ORIGEN

A finales del primer año de vida según Ortiz & Yárnoz (1993) el niño ya tiene una larga experiencia relacional con las figuras de apego. Además, entre los tres y los seis u ocho meses aparecen nuevas capacidades (reconocimiento perceptivo de la persona y poder de recuerdo y evocación, permanencia de las figuras de apego, intencionalidad en las interacciones, etc.) que le permiten ir construyendo representaciones mentales de cómo son las figuras de apego y cuál es el significado de las situaciones. Estas capacidades, y la experiencia de aprendizaje acumulada, hacen que el niño a finales del primer año de vida haya adquirido lo que podríamos llamar estilo de apego relativamente estable, que se expresa en conductas (Sánchez Herroro, 2011).
La división de estilos de apego se debe a Mary Ainsworth, discípula de Bowlby, que estableció tres tipos de vinculación afectiva derivados de sus investigaciones con niños de Uganda, caracterizados por unos patrones de conducta particulares en la relación que mantenían madre e hijo.
a)       Estilo de apego seguro:
En el apego seguro aparece ansiedad de separación y reaseguramiento al volver a reunirse con el cuidador. Se interpreta como un Modelo de Funcionamiento Interno caracterizado por la confianza en el cuidador, cuya presencia le conforta (Fonagy, 2004).
El estilo de apego seguro se caracteriza por el predominio de una valoración positiva de sí mismo y por la capacidad de percibir a los otros como personas en quien confiar, accesibles y sensibles a las propias necesidades (Camps-Pons, Castillo-Garayoa, & Cifre, 2014).

b)       Estilo de apego ansioso y ambivalente
El niño/a muestra poca ansiedad durante la separación y un claro desinterés en el posterior reencuentro con la madre o cuidador. Incluso si la madre busca el contacto, éste rechaza el acercamiento. En situaciones con extraños, los niños/as con estilo de apego evitativo no lloran al separarse de la madre o del cuidador, sin embargo, hay evidencia de que se dan cambios en su sistema nervioso notables en la aceleración del ritmo cardiaco y otras alteraciones. Debido a su conducta independiente en cuando están con extraños y su reacción carente de emociones ante la madre o cuidador, podría interpretarse como una conducta saludable. Sin embargo, se trata de niños/as con dificultades emocionales; su desapego es semejante al mostrado por los niños/as que han experimentado separaciones dolorosas. Las características del cuidado materno o del cuidador en este caso son de rechazo, rigidez, hostilidad y aversión del contacto. Las madres o cuidadores de niños/as con estilo inseguro-evitativo pueden ser sobre estimulantes e intrusivas. (López Gonzálvez, 2013)
c)       Estilo de apego evitativo
En la exploración del bebé durante el juego, no interaccionan con su madre en ningún momento, ni siquiera de manera visual. Cuando la madre se va no muestran ningún tipo de reacción ante su ausencia y, en su regreso, si la madre busca contacto con el pequeño éste la rechaza. En general, este tipo de madres se muestran insensibles ante las necesidades de los pequeños. Su estilo de interacción es mayoritariamente irresponsable y cargado de rechazos hacia el contacto con los bebés. No responden ante las necesidades de proximidad de los niños y son poco pacientes con los mismos (Mars Llopis, 2015).
d)       Un cuarto estilo de apego: el apego desorganizado
Son niños inseguros y con conductas confusas ante la separación de la figura de apego. Es típico de pequeños víctimas de maltrato o negligencia, que poseen un sentimiento ambivalente de necesidad de apego pero de temor simultáneo. (Mars Llopis, 2015)

TEMPERAMENTO (0-2 años)
El término proviene del latín temperamentum: ‘medida’.
El temperamento es aquella combinación de actos de intro y extraversión que se dan en una persona de manera única y que conforman su personalidad. Íntimamente relacionado con la psicología de cada individuo, el temperamento es adquirido genéticamente y es por esto que también se relaciona con todas las sensaciones, emociones y los sentimientos comprensibles a nivel físico y orgánico. Si bien muchas veces el término ‘temperamento’ es utilizado de igual manera que para significar ‘carácter’, tal situación es incorrecta ya que este último es el que se adquiere a través del aprendizaje (Diccionario psicológico, 2007).
El temperamento, en nuestro caso, se refiere a cómo se comportan los niños en algunas ocasiones, en oposición a qué hacen o por qué lo hacen. Los bebés muestran diferencias temperamentales en su disposición general desde que nacen, lo que inicialmente se deben en gran medida a factores genéticos, y el temperamento no es fijo ni inmutable: el modo de educar a los niños puede modificarlo de forma significativa. De hecho, algunos niños muestran poca consistencia en el temperamento de una edad a otra. El temperamento abarca patrones de activación y emotividad que son características consistentes y duraderas de un individuo (Moyà, 2008). Thomás y Chess (1984) en su Estudio Longitudinal de NYLS nos habla de tres tipos de temperamento infantil (PEQUELIA, 2004):
a)       Temperamento fácil: A gran mayoría de los niños tienen este tipo de temperamento, suelen estar generalmente de buen humor, se ríen se divierten, si tienen hambre, frío o están incómodos reaccionan de una manera tranquila y se calman cuando se les proporciona lo que necesitan en ese momento, se adaptan fácilmente a los cambios de rutina y a las nuevas situaciones, tienen horarios regulares de sueño y de comida, necesitan atención y estimulación por parte de los padres.

b)      Temperamento difícil: Son aquellos a los que les cuesta hacerse con nuevas situaciones, caras nuevas, necesitan más tiempo para habituarse a las nuevas experiencias, son de carácter más tímido y suelen ser más observadores que aventureros, se asustan más fácilmente que los niños de temperamento fácil y reaccionan llorando o apartando la mirada cuando alguien extraño les habla, a veces reaccionan de una manera más lenta ante el hambre o el sueño. Es importante con el temperamento en los niños más lento tener paciencia, no meterles prisa ni presionarles, aunque tarden algo más enseguida se acabarán adaptando a la nueva situación.

c)       Temperamento de reacción lenta: El temperamento en los niños a veces es difícil y eso se ve cuando son muy activos e inquietos, se distraen fácilmente, no es fácil captar su atención durante mucho tiempo, responden de una manera muy enérgica ante situaciones incómodas como el hambre o el sueño, son complicados a la hora de tranquilizarlos, suelen ser irregulares en sus horarios de comida y de sueño. Son niños que requieren de mucha paciencia, hay que intentar establecer unas rutinas diarias y procurar mantenerlas en lo posible, generalmente les cuesta más relacionarse y ser sociables con otros niños, por lo que hay que mantener la calma y explicarle en la medida de los posible lo que hace mal enseñarle las normas y que tiene que compartir las cosas y jugar con los demás. Ante sus habituales rabietas mantener la calma e ignorarle para no dar importancia a sus malos modos en cambio premiarle siempre que haga las cosas bien.

AUTOCONCEPTO - AUTOCONCIENCIA
El autoconcepto es lo que una persona piensa de sí misma, la imagen general que tiene de sus características y habilidades. Este sentido de sí mismo comienza en la infancia. A los 18 meses los niños se reconocen por primera vez cuando se ven en el espejo. Después aparece la autodefinición, cuando los niños identifican las características que consideran importantes para describirse (Muñoz, 2002).
Las características de esta etapa son:
-          Hace sentir a cada cual uno mismo.
-          Tiene existencia independiente de otras personas y objetos.
-          Tiene vida privada sus pensamientos y sentimientos son únicos.
-          Su conducta depende de su propia voluntad.
-          Refleja el sentido objetivo de sí mismo.
-          Se posibilita a definirse o describirse.




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